viernes, 15 de noviembre de 2013

heroína de lo cotidiano: de ferias y foros/ 2011

La persistencia: héroes (heroínas) de lo cotidiano

Mirta Pompilio es vecina de Parque Patricios, y este nombre propio no remite en su vida solamente al lugar en el que se encuentra su casa, en el que trabaja, sino a algo mucho más amplio cuyo alcance sobrepasa el fin de la frase “vivo en…”. Para Mirta, el barrio es su casa. Y como la casa, requiere de presencia y cuidado, de atención y afecto. El trabajo que Mirta dedica a este barrio del sur de nuestra ciudad ha sido reconocido en oportunidades varias y por distintas organizaciones. Hace veinte años trabaja en la feria del Parque y en el Foro de la Memoria desde su inauguración, en 1997, hace ya catorce años. En la feria tiene puesto en el que comercializa accesorios para el cabello, en el Foro, es secretaria general, título que implica una suerte de tareas dispares y a las que hay que acomodarse, como un comodín en la escalera o la flor, Mirta se las ingenia para cubrir los horarios cambiantes según el día en que hay que estar para abrir, para cerrar, para acompañar, el espacio del Foro, y es, consecuentemente, custodia, encargada, o, mejor, ‘cuidadora’, si se me permite el neologismo que no cuenta con las connotaciones policiales o jerárquicas de custodia o encargada, en gran parte, de que el Foro funcione y de que lo haga bien. Además, Mirta es madrina del ‘Rincón de los amigos’, el espacio del Parque en el que los vecinos se dedican al folklore y que surgió de la mano de la feria hace ya quince años atrás.
Agenda Parque Patricios estuvo con Mirta algunos (varios) domingos atrás, acompañándola en su lugar de trabajo: la feria, compartiendo el siguiente diálogo del que nació la siguiente entrevista.

Agenda Parque Patricios (APP) -Mirta, ¿hace cuánto estás acá en la feria?
Mirta Pompilio (MP) -En la feria estoy desde el año ’91 y en el barrio estoy desde el año ’86. Meses después, justo la fábrica en la que yo trabajaba estaba en problemas y nos íbamos a quedar sin trabajo, se inauguró la feria y entré. Cuando se cerró la fábrica he hecho otras cosas también, empecé con la feria, pero de la feria no se puede vivir, así que empecé limpiando oficinas, después como se ganaba muy poco seguí cuidando chicos. También está la revista esa… La Bocina, ahí puse un aviso para cuidar chicos, hacía trámites bancarios y limpiaba oficinas. Seguí hasta hace siete años más o menos, cuando los chicos que yo cuidaba se fueron a vivir a Canadá. A Tomás lo cuidé desde los tres meses hasta los 7 años, y ahora me mandan las fotos: mide 1,80 mts. Después estuve un tiempo cuidando a mi nieto y ahora no lo cuido más. Estoy con el Foro, con la feria y la jubilación.
APP -¿Cuáles son tus tareas en el Foro?
MP -Nada en particular, soy la secretaria general. Estoy desde la inauguración en el ’97. En ese momento, De La Rúa era jefe de gobierno y había un plan que se llamaba “Memoria en los Barrios”, todos los barrios festejaban su día. Justo estábamos cerca del 11 de septiembre, y vi un cartel que decía que todos los que quisieran ocuparse del barrio se reunían los jueves en el Bernasconi. Entonces fui, un poco con la idea de que si a nosotros la feria y el barrio nos daban la posibilidad de trabajar, nosotros les debíamos algo cultural. Igual nosotros ya veníamos haciendo cosas, habíamos festejado varias veces el día del niño, una vez con el club Huracán, después con el polideportivo de Pepirí otras dos veces, allá por el ’91, ’92, hacíamos carreras de embolsados, juegos, chocolatada.
APP -¿Había concurrencia?
MP -Sí, los chicos se enganchaban muchísimo. Para el día de la primavera hacíamos un concurso de máscaras. Los chicos traían papel, cartón y armaban la máscara acá. En una oportunidad hicimos un desfile de modas. Festejábamos el carnaval, cuando todavía no se hacía carnaval en el barrio, fue el primer año que debutó la murga ‘Pasión Quemera’, fue en el año ’92, ’93. Estaba Félix, el primer director. Hicimos un corso chiquito, un concurso de disfraces para todos los chicos. Fuimos a gestionar un escenario y no nos dieron pelota, entonces pudimos conseguir un camión y lo pusimos en la vereda (a modo de escenario). Hubo regalos para todos los chicos, no era el carnaval de la reina y el rey, todo chico que subía disfrazado al escenario tenía derecho a llevarse algo.
APP -Vos estás hace mucho tiempo en la feria ¿los compañeros han ido cambiando o son los mismos?
MP - De los compañeros de los inicios queda una sola persona, salvo los libreros que están todos. Después sí hay gente que está hace 14, 15 años.
APP – Y, ¿a qué pensás que responde el cambio/ la rotación de los feriantes?, ¿no es tan buen negocio ya?
MP - Un poco puede ser que no sea muy buen negocio, no sé si como antes, la feria implica mucho sacrificio, hay que venir, hay que estar y la gente quiere todo servido, por eso se termina cansando. Ahora no estamos aceptando invitados, pero por ahí antes venía alguno y después cuando se iba nos decía: ‘bueno, pero yo no vendí tanto’. Cuando nosotros empezamos lo hacíamos con cartones de fruta, y directamente no vendíamos. Por ahí, había chicos jugando a la pelota, recibíamos un pelotazo y alguien les decía: “mirá, nos van a romper la mercadería” y nos contestaban: ‘y vos estás invadiendo nuestro parque, nosotros nacimos acá’. Entonces primero hubo que acostumbrar a la gente a la feria, a que nos aceptaran como vendedores. Me acuerdo de una vez, hacía unas dos semanas que estábamos, una señora venía con un bebé en un cochecito donde dejó la billetera y se la robaron, entonces le dijeron: ‘¿cómo no te la van a robar si están todos estos negros feriantes?’. Para muchos, estabas en la feria y eras un ladrón, un delincuente.
APP -¿Con el tiempo eso fue cambiando?
MP -La gente se fue acostumbrando, además ven que tratamos de  devolverle al barrio algo social, como el Patio Folklore, traemos números de actuación, gratuitos… Lo organizamos nosotros. Hay versiones de que no, pero sí. Queríamos traer más gente, público, entonces se nos ocurrió probar distintas cosas, tuvimos títeres, circo, tuvimos gente que tocaba cumbia, rock, tango, malabares, de todo. Y con lo que más se enganchó la gente fue con el folklore. Al principio por ahí no venía mucha gente, tenemos fotos en  que están los músicos y cinco personas escuchando, pero ellos fueron constantes. Yo me daba cuenta de que cuando se hacía el receso en Mataderos[1] esto se llenaba de gente, entonces yo decía: ‘me voy a dar cuenta de que crecimos cuando de marzo a abril siga habiendo la misma cantidad de gente’ y pasaron cinco años para que pudiera pasar eso. El Patio Folklore surgió por la feria hace 15 o 16 años atrás. Convocamos a un músico, Sergio Bustos, que justo estaba por migrar a Córdoba, y él nos presentó a un violinista, Jorge Gordillo. Vino en diciembre un par de veces, después se  fue a hacer temporada a Mar del Plata y, cuando volvió, empezó a hacerse una vez por semana, los domingos, después de un tiempito: costó, al principio conseguir el sonido, pero en febrero arrancó el Patio Folklore.  
APP -De ahí en adelante, ¿hubo algún tipo de complicación?
MP -Sí, en un momento siempre venían del gobierno de la ciudad y amenazaban con que nos lo iban a levantar, pero después vino Eduardo Sábato como director del CGP[2] 4, a nosotros nos habían dicho que él quería levantar el Patio Folklore. Entonces vino, justo habíamos tenido un problema con la luz y yo estaba mal porque se nos había quemado uno de los chicos del camión (sic), él pasó, nos saludamos y estaban cantando y bailando a capela. Lo fui a buscar y le pregunté: ‘¿vos viste lo que es esto?’, ‘sí, me encanta’, me respondió, ‘y entonces porque me lo querés levantar’, ‘no, yo no te lo quiero levantar’. Entonces ahí hicimos una reunión en el CGP y me dijo que bautizáramos el espacio, entonces pusimos un cartel que decía: Patio Rincón de los Amigos, el padrino fue Jaime Torres. La primera intención fue que la gente votara el nombre pero como estaban viniendo dos grupos a tocar y el público estaba dividido, unos querían que se llamara el Patio de Juan Guerra y otro querían que fuera el Patio de Gordillo. Entonces como yo sabía como se ‘manejaba’ el tema de la votación, le pusimos como nombre ‘El Rincón de los Amigos’, somos todos amigos, ni Juan, ni Jorge. Mi inquietud por el trabajo social empezó acá en la feria, esto fue como el disparador.
APP -¿Y cómo es el trabajo en la feria? ¿Qué es lo que te gusta más? ¿Qué tiene de bueno y qué de malo el trabajo en la feria?
MP- Lo más difícil del trabajo en la feria es la ingratitud de algunos compañeros. Uno tiene que venir, limpiar el piso, tener todo preparado y ellos vienen, se sientan a vender y les importa tres cornos lo que a vos te sucede. Eso es lo que a mí a veces me tiene mal. En una oportunidad, me robaron en esta feria siete bolsos. En septiembre del año pasado me robaron $1800 en mercadería que después estaban vendiendo detrás de la calesita. Yo justo estaba pasando una situación económica bastante mala y cuando me robaron se me caían las lágrimas, y sentí de repente que mi tristeza caía mal, yo no lloraba a los gritos, nunca lloro a los gritos. Yo sufro en silencio, lloro en silencio y no ando con mis problemas tirándoselos a la gente. Mi hija se había separado y yo había tenido que sacar un crédito para sacar la escritura del departamento para darle la garantía y estaba cobrando $350 de la jubilación, de repente que me robaran $1800 en mercadería para mí era espantoso. Pero bueno, me fui arreglando, iba, trabajaba en las peñas hasta las cuatro de la mañana, y después a las ocho ya estaba en el Foro esperando que la gente viniera a buscar su mercadería y viniendo a ver (a la feria) quién había armado, quién no, eso nadie lo reconoce.
APP -¿y el lado positivo?
MP -Lo positivo es la cuestión de lo social, el reconocimiento de los vecinos. Como vecina tengo tres o cuatro plaquetas que me dieron. Tengo dos para el día de la mujer, una que me dieron el otro día[3] y otra que me habían dado el año en que a Ibarra lo echaron por lo de Cromagnon. Cuando Parque Patricios cumplió 102 años también me dieron otra por colaborar en la organización. Como decana del barrio, el Foro de la Memoria me entregó un diploma en Pompeya. Después fui Vecina Participativa 2000, 2001 y creo que 2003. Si no estuviese en la feria creo que nunca me hubiera involucrado con el trabajo social. Yo siempre digo que a pesar de la ingratitud y de todas las cosas que pasan, que me duelen porque soy muy sensible, si tuviera que hacer todo lo que hice y me pasara lo mismo que me pasó, de todas maneras. lo volvería a hacer.
APP -¿Y en la feria como es la organización? ¿Cada uno tiene su espacio, cómo lo organizan?
MP -Cuando empezó la feria éramos ciento cinco personas, en esa época estaban primero los artesanos, después los manualistas y los coleccionistas, que con el tiempo fueron desapareciendo.
APP -¿Qué serían los manualistas?
MP -Por ejemplo, lo que hago yo que coso, hago los moñitos pero no modifico el material, el artesano es el que modifica el material. Nos organizábamos, por antigüedad, por ahí unos se iban yendo y los que quedaban ocupaban su lugar. Cada uno respetaba su rubro. Ahora hay puestos que son poli-rubro, no se respetan los códigos, y, si decís algo, es para pelea, entonces uno a veces opta por no decir nada. Además, están los manteros. Ya no se respetan las normativas de la feria. En la época de Menem, cuando Grosso era intendente, quisieron desaparecer la feria, nos la pasamos 8 años de acá para allá luchando para que eso no ocurriera. Ahora hay inspectores, pero es difícil volver a establecer los códigos después de 8 años de libre albedrío.  
APP -¿y en el Foro cual es tu trabajo?
MP -Al el foro voy, abro los días que no pueden venir los profesores. También allá guardamos mercadería[4], así que voy los lunes a la mañana y ordeno todo, limpio. Después si hay algún taller voy a abrir. Los domingos hay uno de ajedrez y yo me quedo con ellos hasta que se cierra. Los martes voy a la clase de computación, después le abro a la profesora de gimnasia. A la tarde hay clase de yoga, después inglés y ya me quedo a cerrar. Si viene Manuel[5] cierra él, sino me quedo yo. El miércoles no voy, salvo que me diga: ‘mirá Mirta, no llego’ o alguna cosa así. El martes voy a un taller a la Manzana de las Luces con Paula Mujica Lainez, Vivencias  Barriales. Después de 57 años volví a mi escuela en Haedo, estaban las placas que habíamos regalado, con el nombre de cada aula. Había cambios, sí, es una escuela que hizo Perón, chiquita.
APP -¿de la primaria o la secundaria me estás hablando?
MP -Primaria, secundaria no hice yo. Y volví, fue tan lindo, tan emocionante, pensé que ni siquiera iba a poder hablar.
APP -¿Cómo fue? ¿Se te ocurrió a vos? ¿Fue una idea de los participantes del taller?
MP -Es porque el taller trata de eso,  vos contás cómo era tu barrio cuando eras chica, qué hacías, a qué jugabas, cómo eran las calles y después vas a la escuela. Previamente va Paula, habla con la directora e invita a los chicos para hacer un trabajo por el barrio, después se hace el encuentro entre todos. Los chicos nos hacen preguntas. Les contamos cómo era el barrio, hasta donde había casas. Por ejemplo les decimos que no había televisión y nos dicen: ¿pero cómo no se aburrían? Entonces les contamos todo a lo que se jugaba, por ejemplo, cómo podías hacer una balanza con un ladrillo, una maderita y jugabas con eso. Los chicos se enganchan mucho, el año pasado hicimos Flores, Floresta, Haedo y Versalles, los barrios de cada uno de los compañeros del taller. Es lindo ver distintas realidades.
APP -¿Cómo te enteraste del taller?
MP -Por Canal 7, estaba viendo el programa ese de Federica País a la mañana, y dijeron que en la Manzana de las Luces daban un curso sobre vivencias barriales para personas de la tercera edad gratuito.
APP –Era justo para vos…
MP -Sí, aparte mi hija se había separado y yo había dejado de cuidar al nene, entonces estaba sola en casa y me dije: ‘si me quedo acá voy a pensar, voy a extrañar al nene, qué sé yo…’. Empecé y, la verdad, es una experiencia hermosa.-








    




[1] La feria de ese barrio (N. del E.).
[2] Centro de Gestión y Participación.
[3] El 8 de Marzo de este año.
[4] De los feriantes.
[5] Vila, presidente del Foro.

vuelvo al sur en la noche de los museos/ nov 2010



La séptima Noche de los Museos de Buenos Aires tuvo lugar el 13 de noviembre último y asistieron a ella casi 600 mil personas. Dicho evento de la cultura porteña no fue ajeno a la actividad de nuestro barrio, Parque Patricios, que ha contado con la participación de ocho de sus museos, entre ellos el Museo Bernasconi, el Museo y Casa cultural Tomás Espora y el Museo Doctor Genaro Giacobini, por citar algunos.

En este contexto hay que mencionar y destacar el aporte de la librería y galería de arte Vuelvo al Sur, situada en La Rioja al 2100. Agenda Parque Patricios visitó esta casa de libros y arte de géneros varios para entrevistarse con Soledad Navarro, artista plástica y docente encargada de la galería.

La historia de Vuelvo al Sur es una historia larga: comienza en los ochenta, con la vuelta a la democracia. La librería llegó a la calle Rioja hace veinticinco años, en sus inicios, debió compartir su actividad con la que hasta ese momento había sido la principal: en el local había una perfumería. Cuenta Soledad: “Nací en esta casa. Mis padres tenían una perfumería que era un local chico adelante con vivienda atrás. Después hubo una reforma, ampliaron el local y fuimos a vivir a la vuelta, sobre Caseros”. Así, cuando la perfumería empezó a trabajar menos, a Soledad y a Jorge, su marido, se les ocurrió integrar primero papelería y después libros, de este modo los artículos de belleza y los perfumes fueron cediendo su lugar a las letras que hasta hoy habitan el lugar.  Paralelamente, ya desde sus comienzos, se desarrollaban en el primer piso distinto tipo de talleres, había entonces actividades culturales varias, que encontraron su ocaso en los noventa. En ese momento la librería continuó de algún modo sola sin el tránsito y la compañía de quienes se encontraban a leer, escribir, pintar o aprender en su seno.  

Vuelvo al Sur es parte del trabajo de Soledad y su familia, ya que entre su esposo y Tamara, hija de ambos, atienden la librería acompañados por Catalina, la beba de año y medio de Tamara y hasta el momento primera y única nieta de sus abuelos maternos. A las actividades las maneja cada uno por su lado: Tamara y Jorge en la librería, Soledad en la galería. Afirma Soledad que “la reinauguración del espacio tiene que ver de algún modo con el polo tecnológico”, con aprovechar el crecimiento que se espera para Parque Patricios en relación al mismo. Desde 2009 está funcionando otra vez la faceta artística del local, ha participado ya de La Noche de los Museos 2009 y 2010 y ha habido varias muestras. Cada una de las exposiciones ha sido de convocatoria abierta en cuanto a los artistas y a las disciplinas. En 2009 la consigna de la convocatoria fue la de ‘señaladores de artistas’, en conmemoración del Día Internacional de Libro, 23 de abril, y como modo de ensamblar las dos actividades principales que se realizan en este complejo de la cultura. En ese momento se inauguró el primer salón de exposiciones, “con las reformas del año pasado pudimos organizar espectáculos de tango, poesía, bailes, talleres”. En 2010 tuvo su apertura otro salón más. Entre quienes participaron de las muestras hubo “artistas amigos y del barrio, de la docencia y del IUNA”. Uno de los artistas mimados del espacio es el escultor Antonio Oriana: algunas de sus obras se lucen en el ascenso hacia el primer piso en el que se encuentran las obras expuestas. La convocatoria, también abierta, del año próximo es la de ‘libros de artistas’. Actualmente y hasta el 31 de diciembre estará la exposición ‘Verano Porteño tango’ de pintura, escultura, fotografía y objeto cuya curadora es Laura Galimberti.

La relación de Soledad con el arte comenzó tempranamente y en el barrio durante  su primera infancia: “Fui al Bernasconi, jardín de infantes y primaria, y ahí empecé en el Club de Niños Pintores. A los cinco años gané un primer premio en Concurso de manchas”. Más tarde estudió Bellas Artes, luego Arquitectura de interiores, se dedicó mucho tiempo a la decoración, y, por último, Artes visuales con orientación en Arte digital en el IUNA. Se trata de “reemplazar un poco los pinceles por el mouse”, nos explica. En relación con esto, su deseo es el de fomentar y difundir el arte en general y el digital en particular ya que, como relata: “en muchos casos no se lo incluye dentro del arte, se le da menos valor que a otras artes como la pintura o la escultura. Se trata de una disciplina relativamente nueva que implica mucho trabajo, muchas horas delante de la computadora, para una obra puedo utilizar cuatro o cinco programas, un trabajo de arte digital puede ser de años”. La idea es que en lo próximo haya un salón exclusivamente dedicado al arte digital.

Acerca del polo tecnológico, Soledad opina que “es interesante por cuanto traerá cambios al barrio, aunque aún lo que puede verse es poco. Lo que yo recibo de la gente es que hasta que no vean que pasa algo, no van a hacer nada, hay mucha especulación respecto del tema inmobiliario, aumentaron mucho las propiedades. Estamos esperando, no viene todavía gente de otros barrios. Hay que esperar a ver qué pasa”. En cuanto a esto, Soledad está armando una página web del distrito tecnológico, una guía de información barrial de servicios, se trata de un proyecto personal, particular y privado, que no tiene que ver ni con el gobierno ni con la Cámara de comercio: “No había en el barrio y todo barrio tiene su página web, es fundamental que tengamos una, estamos todos muy desconectados, así que cuando recorro y me acerco a los locales, a los vecinos, aclaro que no pertenezco a ningún organismo oficial, la difusión es sin costo”. 

Los artistas interesados en participar y los vecinos amantes del arte pueden informarse sobre la agenda de actividades de Vuelvo al Sur en www.vuelvoalsur.com.ar .



            

teatro comunitario: los pompapetriyasos/ nov 2010

Teatro y Pensamiento en el Parque Ameghino: un recorrido por lo que somos y por lo que queremos ser
Por Analía de la Fuente

La propuesta teatral de los Pompapetriyasos se ha conjugado con la de ponernos a pensar como vecinos en la ley de medios audiovisuales y hacer un recorrido por lo que nos pasa enmarcándolo en un contexto más amplio, el de los argentinos y nuestro derecho a estar bien informados.

Una puesta en abismo de último momento


Domingo 7 de Noviembre. Son casi las 5 de la tarde, el día entero está anticipándonos el verano y los ánimos son los de las musculosas, las ojotas y los colores que vienen de la mano del calor. El público ya está ubicado alrededor de la pasarela por la que van a presentarse en un rato los Pompapetriyasos. Ellos tras una natural bambalina de verde y de aire, se preparan para brindarnos su función. El motivo de la reunión es Extra extra, preguntas que dan vuelta, su último trabajo. Y la obra que estamos por ver tiene que ver, de algún modo, con el día de la fecha: el día del canillita, día en que Clarín, La Nación y Perfil han decidido lanzar sus publicaciones a la calle pese al merecido descanso de nuestro canillita amigo. Esto que parece ser una digresión de la cronista no lo es tanto: esta última obra de los Pompa trata de modo mordaz el tema de los medios de comunicación, cuestiona la noticia, la enfrenta a la realidad, nos deja preguntándonos acerca de nuestra participación en lo que nos atañe. Como muchos otros domingos, éste los Pompa darán su función al público que los espera y aguarda, pero este domingo, a diferencia de otros y anteriores, la función tendrá un epílogo: la mesa de charla- debate en la que Eduardo Anguita hablará de la ley de medios. El paisaje no deja de ser promisorio: familias, jóvenes, niños, adultos, abuelos, esperando que comience la función. Y alrededor, como trasfondo de lo que somos un pelotazo, un grito de gol, una piba colgada de las cintas que penden a su vez de la gentileza de un árbol haciendo volteretas en las alturas, nenes y nenas en el arenero, bicis por acá y por allá, carreras de ésas atemporales que sólo tienen la infancia y sus regresos.

Cuando los actores entren a escena el poco avisado se detendrá a curiosear qué está pasando, se quedará un instante, un rato o la función íntegra. 

Actores y más
Los Pompapetriyasos son un grupo de vecinos que se dedica a la puesta en parque de las obras que colectivamente elaboran. Se trata de un trabajo en equipo y autogestivo. Comenzaron a trabajar en octubre de 2002 y ésta es ya su cuarta composición de teatro comunitario.   Las obras solían ofrecerse al público en el Parque de los Patricios (en este sentido la obra en cuestión es autorreferencial) hasta que la obra del nunca acabar (una de las tantas estaciones del subte H que la Ciudad aún nos debe) quitoles el lugar en el que se presentaban haciendo de él puro vallado y escombro, impedimento y amarillo, en síntesis: un obstáculo más a nuestra cultura, transformando ese lugar de recreación en el de los hombres de la construcción trabajando indefinidamente. En Extra, extra… los actores tienen un lugar entre los demás, las piezas de los Pompas no tienen un protagonista, lo que se propone es una visión de mundo en la que somos en el otro y con el otro, los actores cantan, todos juntos cuando son el barrio, en grupos cuando las aguas están divididas en el favor y la contra, alguna que otra vez individualmente afirman, dudan, niegan algo, pero esas participaciones individuales no escapan al todo que conforman y resaltan cada vez algo del contexto en el que viven, la realidad no les es indiferente, los lleva como una marea feroz a imbuirse de lo real, a mostrarlo, a dar su lectura del mundo. Este grupo de trabajo es el de un arte complejo en el que se fusionan, la música, el canto, lo dramático, lo social y todas aquellas disciplinas vinculadas al teatro que pueden ser infinitas.
   
La obra
- biri biri biri biri biri biri bá
- dicen que viene el subte
-ahhhhhhhhhhhhhhhhhh (asombro)
- biri biri biri biri biri biri bá
-dicen que en dos años
-ahhhhhhhhhhhhhhhhhh (desencanto)
- dicen que en cuatro años
-ohhhhhhhhhhhh (decepción)
-dicen que nos acerca…
-uhhhhhhhhhhhhhh (entusiasmo dudoso,
de vida fugaz)

Entran los vecinos en bloque, conglomerados, juntos como una continente en el océano, el paso de todos es el mismo, la pausa también se siente acompañada, difícil que uno esté solo en tales circunstancias. Cada uno con su periódico en mano, leyendo las noticias, abriendo y cerrando sus diarios en concomitancia, transmitiéndonos gesto y cuerpo mediante el efecto de esa lectura, de esa versión de los hechos. Entran juntos, en consonancia, y el acto que realizan –el de la lectura- si bien es el mismo va a ser distinto en cada caso, tendrá implicancias únicas e individuales y cada una con su singularidad será parte de un colectivo también singular frente a otros colectivos. Va a ser inevitable que de cada acto de leer nazca lo que podría ser la conjunción de todos y que de ese encuentro haya una consecuencia: la que enfrenta lo que dicen los medios con lo que les pasa a los vecinos.
Podemos ver a la fauna del barrio, a nosotros mismos, paseando el perro o saliendo a correr o al trabajo por la mañana, y entre ella (entre nos) a los empleados del subte que no está listo, porque los hombres están todavía haciendo Buenos Aires. La pregunta que ronda la incertidumbre de quienes habitan el barrio es simple, esperable,  cuando se hallan con el Parque de siempre ‘ocupado’ por el progreso: ¿qué pasa?; la respuesta de los encargados de la obra también es (debería) ser simple: el subte, responden.  A partir de esa llegada que es también una irrupción los vecinos que hacen de vecinos rodeados de más vecinos que estamos espectándolos manifiestan lo que es su vida en este barrio: en ocasiones un territorio sujeto a planes que quedan más de una vez en proyecto, en una (no siempre) buena idea jamás llevada a cabo, en el limbo de lo inconcluso, porque los gobiernos cambian pero los vecinos seguimos viviendo en el mismo lugar y nos preguntamos juntos ante la huella de lo no- hecho, de lo alterado, de lo mutilado y trastornado: ¿Por qué acá, por qué? ¿Por qué, para qué, para quién?, como dicen (cantan) los actores en escena. Y estas preguntas conciernen no sólo a la problemática (y corta) llegada del subte, sino también a la del polisémico distrito tecnológico, sobre el cual hemos escuchado, quienes vivimos dentro de los límites de este barrio, ya demasiadas versiones y no todas del todo agraciadas. 
De este modo, la obra en cuestión y las anteriores, que también se ocuparon de la realidad del vecino[1], vendrían a ser algo así como una puesta en abismo. En literatura y, consecuentemente, en dramaturgia, se denomina de ese modo a los relatos enmarcados, a la imbricación de una narración, de una historia o representación en otra. Sucede en Hamlet, por ejemplo, cuando el príncipe danés, protagonista de la obra, le pide a la compañía teatral itinerante que llega a sus pagos (Elsinor) la escenificación de lo que es su realidad dentro de este drama shakespeareano: el asesinato de su padre por sangre de su sangre, en manos Claudio, hermano de éste y tío de aquel. Los ojos del culpable, sucesor del muerto en el trono, no pueden evitar dar a conocer la turbación que padecen cuando esa realidad se encuentra sobre el escenario. Así, el dispositivo que acciona la verdad ficcionalizada dentro de la ficción  sería el causante de la sensación de vértigo que provoca la puesta en abismo. Por el contrario, o de modo similar pero hacia otros horizontes, lo que hace esta compañía de teatro barrial es enmarcar su recorte de lo real, hacerlo acto para generar en nosotros, el público, la comunidad, lo que Hamlet logra con Claudio: el abismo de vernos en escena. Si en Hamlet sucede una puesta en escena de la ficción dentro de la misma ficción, me atrevo a decir que en Extra extra, preguntas que dan vuelta la puesta en escena (o Parque) es la de la realidad dentro de la realidad. Nuestro ‘abismo’, el de los vecinos, sería no el de la culpa como en el caso de Claudio, sino el de la demanda o, mejor, el llamado, la invitación a una participación creciente en lo que nos toca y conforma en lo que es parte de nuestro día a día, en la porción de Ciudad que nos aloja y hospeda. El caso de Claudio, su abismo, se lo dejamos al actual jefe de gobierno porteño (olvidadizo siempre del sur y sus barrios) y a la prosapia de antecesores que actuaron con la misma desidia. A quien le quepa el sayo que se lo ponga, diría alguna de nuestras abuelas.      
No viene al caso anticiparles el resto de la obra que pueden ver todos los domingos en el Parque Ameghino y que vale la pena observar, analizar, escuchar, cantar y compartir. 

(para más información sobre los Pompa y sus trabajos, pueden consultar su sitio web: www.pompapetriyasos.com)







[1] Las anteriores versaron sobre los siguientes temas: Con familia Cómo estás????? trató el tema de la familia en contexto de crisis (contextualizada en la década del ’30); en La fiesta de fin de año del club “Honor y gratitud”  tanto el vecino- actor como el vecino- espectador jugaban a ser parte del club; con Visita guiada la representación era la de un paseo crítico por el barrio, atendiendo a lo que sí se quiere de él pero dando cuenta también de lo que deberíamos cambiar.

ranquel rock/ fines del invierno 2010

Arbolito, el ranquel que se hizo rock

¿Qué hace que lo colectivo permanezca en el tiempo? ¿Qué que los años sean compartidos y que la suma de lo individual dé paso a algo más grande? ¿Qué que se pierda de vista el horizonte para ser uno mismo el camino, uno escapándose de uno, uno en los otros, con los otros? Uno juntos.
Por Analía de la Fuente
adlf.agendaparquepatricios@gmail.com
Esta crónica es la de una tarde de invierno, frío, que cala los huesos. Y esta tarde de jueves la charla rondará literalmente la historia de una poética que, como otras muchas entre miles, pocas entre lo infinito, alza su voz al son de una comunión: la de vernos, escucharnos e interpelarnos desde la alianza entretejida de dos lenguajes que fusionados dan como resultado la construcción mestiza que es la canción. Construir, crear con la mirada de un día entre mil, del cansancio de después del trabajo, del paisaje del barrio, de los contrastes de nuestra vida urbana, de las contradicciones de nuestra argentinidad, de viajes y amigos, de penas, de lo que no nos gusta, de lo que queremos, de lo que vamos a ser, esos y muchas otras son las imágenes que recorre Arbolito, el ranquel que se hizo rock para darnos cuenta, una vez más, del crisol que nos reúne a nosotros alrededor de nuestra cultura.

Esta crónica habla de esa tarde fría de invierno en la que la banda nos recibió a nosotros, emisarios de Agenda Parque Patricios, en su laboratorio creativo ubicado en el barrio -motivo de nuestras letras de cada mes-, en una esquina a pasos nomás del Parque Ameghino. En esa tarde fría y de invierno la ronda y los mates matizaron el clima de la estación y lo hicieron el del temple ameno de la palabra cuando la palabra echa raíces que echan simientes que dan nuevas raíces. Así, tras la llegada de las cronistas y la presentación de la banda, Agenda distrajo un rato de su labor ensayística a Diego, vecino de estos pagos, y a Pedro, quien hace no mucho decidió asentarse en la tranquilidad de San Vicente, para que naciera esta nota.   

El camino del indio

Arbolito, primera acepción: Indio ranquel que asesinó a Federico Rauch, coronel prusiano nacionalizado argentino, que participase en las campañas expansionistas de los gobiernos de este país contra quienes fueran sus pueblos originarios, denominados por éste y por quienes lo designaran en sus funciones, ‘bárbaros’.
Arbolito, segunda acepción, en honor a la primera: Banda musical de más de diez años de trayectoria cuyo estilo podría denominarse inclasificable o, mejor, dependiente del oído-escucha que la aprecie en cada caso. (Digresión probablemente de pertinencia dudosa: Si toda obra humana, una vez entregada al mundo, como su entendimiento e inteligibilidad, dependen de su recepción más que de lo que haya pensado su autor en el momento de la concepción, las canciones de Arbolito dependen del público que las sigue por todo el país más que de sus integrantes al momento de definir la poética de la que son parte. Y si valoramos la recepción de la obra de arte por sobre las intenciones del creador, tenemos que decir, en este caso, que con Arbolito estamos en problemas porque quienes integran la banda son también parte de su público, parte de ese colectivo de identificación que hace de lo popular su propia voz, desde distintos ritmos, pero con el atributo insustituible del amor por la música y por la gente, por la parte de la sociedad, y del mundo, que es el pueblo).     
Arbolito, en su primera acepción, vivió el siglo XVIII de uno de los lados oprimidos del país. Su nombre sigue sonando entre nosotros por la hazaña que realizase en el Combate de las Vizcacheras el 28 de Marzo de 1829. Éste tuvo lugar en parte del territorio bonaerense hoy denominado Coronel Rauch. La hazaña mencionada fue cortarle la cabeza a este coronel que por alguna razón ajena a nuestros entendimientos dio nombre a la localidad.
En Arbolito, en su segunda acepción, vive el Arbolito de la primera. Porque lo que se recuerda jamás muere.

Naturaleza viva

Agustín, Andrés, Diego, Ezequiel, Pedro y Sebastián son, cuando la música los reúne,  Arbolito. La formación de la banda lleva ya poco más de una década, al respecto nos cuenta Pedro: “Cuando empezamos tocaba otro bajista, Yuri, que ahora es el contrabajista y director de la Orquesta típica Fernández Fierro, pero ya para el primer disco, Folklore[1], éramos los que estamos”. Y digamos que en Arbolito todos hacen de todo: la banda es el resultado de la voluntad común de un grupo de amigos que se conoció en la Escuela de Música Popular de Avellaneda. Allá dónde se conocieron comenzaron un recorrido interminable por las combinaciones entre melodías, ritmos y armonías. Los integrantes de la banda son multiinstrumentistas abocados al paisaje cambiante, desmesurado, que les brinda el camino. Dice Pedro que “una de las cosas lindas que tiene la banda es que somos un grupo de amigos”. Quizás eso explique la larga joven vida de Arbolito sin pausa y sin prisa por los circuitos del mundo de la música. En sus comienzos, tocaban en la calle, en lugares públicos, y eso, creen ellos, es parte de su ADN musical, del sello que llevan como propio en sus canciones y en sus repertorios. Sobre sus orígenes confiesan: “éramos muy hippies cuando empezamos, ensayo era una palabra que no estaba en el diccionario”.

Sobre su ritmo de trabajo podemos decir que tocan prácticamente todos los fines de semana del año desde hace trece años, cuentan con seis trabajos editados y en 2010, el pasado 13 de Junio, se presentaron por primera vez en el Luna Park. Llegar al Luna fue una suma de pasos variopintos y constantes: cuesta arriba, en el llano, con viento no siempre a favor, a veces bajo la llovizna y otras bajo alguna tormenta, pero, después de la tormenta, siempre volvió y seguirá volviendo el sol. En esto que a ellos les gusta definir como camino y no como carrera, la banda valora ante todas las cosas su independencia artística, hacer lo que quieren y como quieren, brindar al público la autenticidad de su obra. Sus últimos dos discos estuvieron a cargo de Sony, al respecto nos cuentan: “cuando nos sentamos a charlar con la compañía, el objetivo era que en ese contrato quedara en claro que la independencia artística la íbamos a seguir manteniendo. Nosotros no podemos no conservarla, no seríamos nosotros. No podríamos trabajar si viene un tipo y te dice tienen que tocar este tema, que tenga este ritmo, poneme esta melodía, cambiale esta frase a la letra”.
La organización de sus presentaciones corre por lo general por su cuenta, con excepción de la del Luna: “La producción de un lugar así implica mucho dinero, hay muchas cosas en juego. Había tres mil personas y económicamente no fue una fecha que significó mucho más que otras. Además nosotros planteamos la condición de que la entrada estuviera barata y no es que otros músicos se estén llenando de oro, la publicidad y la prensa de un lugar como el Luna cuestan una fortuna. Pero uno quiere que la presentación del disco siempre sea un escaloncito más, algo especial, y ese algo especial puede parecer mucho más redituable pero en realidad no lo es”. Arbolito acostumbra tocar en lugares como la megadisco Kory de Pompeya y hay que rescatar que las entradas de los shows siempre son accesibles, en más de una oportunidad han tocado a cambio de un alimento perecedero o en forma libre y gratuita: como cuando en 2006 cerraron el año en el ex Mesón español de Avenida Caseros al 1700; o, al año siguiente, para el festejo de su primera década que tuvo lugar en la Costanera.

¿Cómo definir a esta banda y a lo que hacen? Dice Pedro: “por suerte somos una banda medio indefinible. La banda no tiene un género particular: hacemos folklore mezclado con rock, con reggae, con candombe, por decir algo… es música popular, pasa que música popular no es un género… o es uno muy amplio”. Y Diego aclara: “después, al momento de lo comercial, por decirlo de alguna manera, necesitan ubicarte en algún lugar, necesitan ver en qué batea te ponen, en qué radio pasan tu música”. En relación con esto, nos cuentan que su público es también muy heterogéneo se mire por donde se mire el asunto: “en el Luna, yo -recuerda Pedro- tenía enfrente una nena a cococho del padre, no tenía más de cuatro, cinco años, y se cantó todos temas del show, hasta los instrumentales (risas)” y “de repente tenés gente que se te engancha  bailando una chacarera  y al lado otro con una remera de La Renga”, comenta Diego e, inmediatamente, agrega su compañero “hay un pogo y al rato un trencito y la fiesta que se arma es de todos, van disfrutando de las cosas como se van dando, no hay una línea marcada. A nosotros nos gusta mucho la música en general, muchas cosas, escuchamos de todo, folklore de todo el mundo, ayer, por ejemplo, estuvimos grabando con los Copla[2], en el último disco tocó Chizzo[3], nos gusta la música y creo que hacemos eso, y lo que nos sale  está influenciado por un montón de cosas”.

Quizá lo que hace que Arbolito viva y cante sea que es trabajo en equipo, un colectivo en el que cada individualidad se suma a la construcción de algo nuevo. Y todo en la banda es tenacidad, reflejo del trabajo que realizan las dos o tres veces por semana en las que los hospeda la guarida de práctica, ejercicio, diálogo, juego, ejecución y recreación que es su sala de ensayo: esta última palabra que no estaba en su diccionario en sus comienzos debido, quizás, a la falta de lugar, de recursos y experiencia o al exceso de juventud, se volvió en algún momento parte del núcleo rígido del concepto de trabajo de sus integrantes. Como dijimos, Arbolito es trabajo y su trabajo es el trabajo en equipo de seis pares de ojos que observan lo que miran y nos lo cuentan. Las palabras de sus canciones describen situaciones que nos son familiares, hablan de algún cuadro al costado del camino de cualquiera de nosotros. Sobre esto y su forma de componer señala Pedro: “nos pasa que muchas cosas nos pasan en común a todos, cosas que sentimos, que charlamos, lugares dónde vamos, gente con la que nos relacionamos, vamos pasando cosas, vivimos. Estamos más tiempo entre nosotros que con nuestras familias. Somos otra familia. Entonces no hace falta decir che, vamos a escribir sobre esto. Cuando llegan las canciones son cosas que vivimos juntos. Por ejemplo, ‘Niña mapuche’ habla de una nena hija de una mujer amiga nuestra que pertenece a la comunidad, con la que fuimos al sur a un encuentro mapuche. Cuando escucho esa canción no es que estoy pensando Ezequiel escribió esto y yo estoy de acuerdo, no, es mío, o sea, las canciones hablan de lo que nos pasa a nosotros y vivimos cotidiana o excepcionalmente. A veces se habla, a veces no. Convivimos”. Hay muchas anécdotas sobre la composición de los temas. Hace poco una vecina de San Vicente le preguntaba a Pedro si la letra de ‘Un día de estos’ era de él, ya que la misma podría hablar lisa y llanamente de la mudanza del músico hacia esos pagos. Pero la letra es de Ezequiel. Con ‘Locutar’ pasó que nació a partir de una frase un día de ensayo, cuando a uno de los músicos le sonó el celular, lo atendió y miró a uno de sus compañeros como exigiéndole silencio; la respuesta de éste fue el estribillo del onceavo tema de Despertándonos: a locutar al locutorio. El trabajo de la banda se divide básicamente en dos etapas. La preproducción del disco, por un lado: “se trabaja sobre una letra y una melodía, una canción, después se empieza a arreglar, a acomodar, vemos por qué no la llevamos para tal lado o para tal otro”. Y luego, ya en situación de disco, nos explica Diego: “Viene el laburo para el show que es mucho más preciso y tiene que ver con las presentaciones. Tenemos siempre la situación de repertorio. Somos una banda que no para de tocar”. Sólo después de Cromagnon la banda estuvo seis meses sin subirse a un escenario: “una locura para una banda que toca todos los fines de semana”, dice el batero.
Los chicos de Arbolito son, además de músicos, docentes. Y quizás esa segunda faceta en la que se desenvuelven no sea sino parte de una única forma de concebir el mundo como comunicación e intercambio: ¿qué tan lejos están en realidad el maestro y el artista? ¿Cuán distantes, si es que la diferencia entre ellos existe? Cuando les pregunto si trabajan en alguna institución educativa, Diego contesta: “Nos cuesta manejar la situación de lo que es un lugar oficial con el tema de los viajes y demás, por eso ahora trabajamos en un nivel más particular salvo Pedro que está trabajando en la fundación del Pupi Zanetti” y Pedro agrega: "somos folklore no formal, rock no formal, nos dedicamos a la educación no formal”.

Quizá después de conocer un poco de lo que ha sido el camino de Arbolito a lo largo del tiempo, de las ideas y los actos que rodean a la banda, podamos empezar a elucubrar o imaginar algunas de las respuestas que introducen esta nota y que no son sino producto de esa charla de un día frío y cálido de este invierno que está despidiéndose.







[1] Editado en casette en 1998.
[2] El Dúo Coplanacu
[3] Cantante de La Renga

peligro: escuela popular/ 2010

La batalla épica de una escuela pública para chicos de la calle 

La escuela para chicos en situación de calle ‘Isauro Araucibia’ se encuentra[1] actualmente en el caserón que queda en Manuel García 370. Tras haberse establecido en distintas sedes[2] de los barrios del Sur de esta Ciudad Autónoma de Buenos Aires, esta casa de estudios se asentó en Parque Patricios en 2007, durante el gobierno de Jorge Telerman. En ese entonces, siendo ministro de educación de la ciudad Alberto Sileoni, hoy ministro de educación de la Nación, se aceptó el proyecto educativo que plantearon los docentes de la institución.
La escuela nació como parte de una iniciativa de la gente de AMMAR (Asociación de Mujeres Trabajadoras Sexuales de la Argentina) y del MOI (Movimiento de Ocupantes e Inquilinos): ellos se encontraron con la necesidad de un maestro para que algunos de sus integrantes, adultos ellos, pudieran terminar la primaria, fue así que Susana Reyes, hoy coordinadora de la escuela Isauro Araucibia, comenzó a trabajar en lo que con el paso del tiempo sería la odisea de este esfuerzo por parte de alumnos y docentes de tener un lugar dónde reunirse a fin de que tenga lugar el acto pedagógico del que son parte. La ‘Isauro Araucibia’ es la única escuela porteña especializada en la enseñanza de jóvenes y niños en situación de calle. Si bien nació como una escuela para adultos, la misma fue transformándose en consonancia con las necesidades sociales a las que se acomodó y supo responder de modo más que satisfactorio: muchas mujeres de AMMAR y gente del barrio comenzaron a enviarles chicos en situación de calle quienes finalmente adoptaron la institución como propia. Así, tanto la adecuación del centro educativo a las demandas emergentes de una sociedad en la que la marginalidad nos representa un frente de lucha como la presentación consecuente de un proyecto que fue aprobado se transformaron en hechos. En 2007 se otorgó el caserón de la calle Manuel García a la institución. Hoy día, el mismo se encuentra en estado de desmantelamiento y cerrado a sus alumnos que son aproximadamente 120. Allí, los educandos asistían a programas de alfabetización y a distintos talleres artísticos y de formación para distintos oficios. Quizá parezca una verdad de perogrullo pero a veces hay que decir lo evidente en algunos casos; en éste especialmente nos obligan a decirlo: en rigor de verdad, las actividades de la escuela pública son parte de la batalla que el día a día enfrenta contra las desigualdades de una sociedad que atraviesa las consecuencias evidentes de los años del neoliberalismo, la convertibilidad, la flexibilización laboral y el oscurantismo educativo cuya máxima expresión fue la Ley Federal; en este caso específico y particular, la tarea es doblemente relevante puesto que apunta a un público, su alumnado,  cuyas necesidades básicas lindan entre la subsistencia y la insatisfacción. Entonces, se torna incomprensible, primero, el cierre de la escuela y, luego, su desmantelamiento por obra y gracia del gobierno de esta Ciudad Autónoma. El caserón de la calle Manuel García había sido prometido como sede del centro educativo en varias oportunidades desde 2007. Hace poco supe que en guaraní palabra y alma son un único y mismo vocablo y Sartre dijo alguna vez que las palabras son actos. Nuestras palabras explican muchas veces cómo, quiénes somos. El 21 de Mayo último, docentes y alumnos de la escuela ‘Isauro Araucibia’, llamada así para conmemorar al pedagogo y gremialista tucumano asesinado el 24 de Marzo de 1976, se manifestaron para impedir la sinrazón que impide a jóvenes y niños seguir asistiendo no sólo a los talleres y clases que se brindaban en la escuela sino también al comedor que en ella funcionaba, docentes y alumnos realizaron un acto para que una promesa no se convierta en una mentira más, para que esta promesa que es la educación de unos chicos que no han tenido la mejor de las suertes puedan tener al menos una formación para luchar contra la adversidad que no han decidido y de la que no son, de ningún modo, responsables, la escuela que conforman ha alzado la voz despojada de su sitio, por fuera de sí misma, sin un hogar propio, para que de una vez por todas tengamos políticas de Estado y no políticas de gobierno, para que, por fin, palabra y alma puedan a ser lo mismo.
Quizás la odisea y la ilíada de esta escuela no sean más que un fiel reflejo de nuestra argentinidad: parte de la épica a la que estamos acostumbrados. Las costumbres no siempre son buenas y desarraigarlas suele ser arduo. Quizá la lucha contra el incumplimiento a esta promesa sea parte de la renovación que como sociedad estamos necesitando, y empecemos tal vez, juntando de a poco actos como éste, a tener palabra, que es siempre un buen comienzo para todo lo otro, que es mucho y grande, pero se construye desde lo pequeño, desde lo sencillo de lo cotidiano. Quizá haya un destino en todo nombre y el de esta escuela sea el de luchar por la memoria en su sentido más amplio y más profundo desde su lugar en el mundo que hasta ahora no ha quedado claro cuál es, y al que tendrá que conquistar como primera gran batalla para seguir adelante.   






[1] Para ser más precisos, se encontraba, y, para ser justos, debemos reconocerle el cambio del tiempo de la narración a nuestro jefe de gobierno: Mauricio Macri.
[2] La institución ha tenido lugar en un local de la CTA, en Av. Independencia al 800, luego en uno del MOI, en 15 de Noviembre y Entre Ríos, y, también, en la UOCRA, en Humberto Primo al 2200. Todos estos sitios en los que se desenvolvió la actividad de la escuela fueron prestados. 

arbolito/ 2010

Arbolito es el nombre de un indio ranquel que perdura en nuestra memoria. Pero para explicar el porqué de esta contingencia debemos recordar a su antítesis, el coronel prusiano Federico Rauch, destacado encargado de la matanza indígena en nuestro país, importados sus servicios desde la militarizada, amante del orden, Europa. Para Rauch los indígenas eran anarquistas que debían ser exterminados para defender la propiedad privada. La búsqueda de la civilización por parte de nuestros gobernantes lo trajo a nuestras tierras. Y en ellas encontró su fin. Dice Osvaldo Bayer: “La historia conserva el nombre del indio que se atrevió a terminar con la vida de ese brillante oficial europeo huésped del gobierno de Buenos Aires. El ‘nefando’ asesino se llamaba sencillamente ‘Arbolito’ (porque su talle era elástico y su cabellera larga, como un árbol joven agitado por el pampero)”[1].    

Arbolito es también la banda homónima a este ranquel eterno, banda cuyas canciones vienen sonando desde hace más de diez años, recorriendo íntegro el país, llevando nuestra música a los países vecinos, sirviendo de fósforo a nuestras conciencias, para que no olvidemos, para que revisemos, para que nos peleemos con lo que pasa y con lo que no.

Luego de seis trabajos discográficos (Folklore -1998, sólo editado en casette-, La mala reputación -2000-, La arveja esperanza -2002-, Mientras la chata nos lleve -2005-, en vivo-, Cuando salga el Sol -2007- y Despertándonos-2009-), Arbolito tocará este domingo 13 de Junio en el Estadio Luna Park. El quinteto compuesto por Pedro Borgobello (clarinete, sikus, quena, armónica y voz), Andrés Fariña (bajo y voz), Diego Fariza (baterís, bombo legüero y percusión), Ezequiel Jusid (guitarra y voz) y Agustín Ronconi (quena, flauta traversa, charango, guitarra, violín y voz), egresados todos ellos de la Escuela de Música Popular de Avellaneda, fue galardonado con el Premio Atahualpa como Mejor figura del año 2009 en el rubro grupo vocal e instrumental. Fieles a su estilo de fusión entre ritmos folklóricos con otros como el rock y el reggae y a sus letras imbuidas del tinte social de siempre, presentarán oficialmente su último trabajo que ha contado entre sus invitados a León Gieco y Chizzo de La Renga.     



[1] Bayer, Osvaldo. Rebeldía y esperanza. Buenos Aires: La Página, 2009.

pasado moreno de la revolución/ marzo 2010

El lado oscuro de la Revolución: su sueño eterno

El 22 de Marzo último tuvo lugar la presentación (relanzamiento) del libro ¿Quién mató a Mariano Moreno? Del Ingeniero Manuel Vila, presidente del Foro de la Memoria de Parque de los Patricios, en la sala ‘Jacobo Amar’ del Banco Credicoop, situado en Av. Caseros al 3200.
Revolución. (Del lat. revolutĭo, -ōnis).
 2. f. Cambio violento en las instituciones políticas,
económicas o sociales de una nación.
Diccionario de la lengua española.
Rae. Vigésima segunda edición

¿Se necesitaba tanta agua para apagar tanto fuego?
Manuel Vila


Hoy, a días nomás del 25 de Mayo y la consecuente conmemoración de doscientos años de Historia, convendría rever algunas de las cuestiones en derredor del motivo por el que circundan demasiadas palabras. Hoy, que todas las escuelas de la República mientan el asunto con mayor o menor rigor histórico, que se preparan con discursos, disfraces y todo lo que implica un acto escolar junto a la teatralidad que es parte de su contexto; la escolaridad argentina y sus docentes, todo lo que rodea la comunidad educativa, los padres incluso (¿incluso?), ajustician o envanecen aquello que, bien o mal, representan. Hoy que nuestra clase dirigente hace tanta pompa por una palabra: Bicentenario, podríamos ponernos a pensar, nosotros, argentinos y argentinas, qué significa eso de la Revolución, eso de Primera Junta, eso de la Historia y nuestra argentinidad, podríamos tratar de revisar los orígenes de nuestra Nación, esa germinación que, seis años después, daría como vagido una palabra: ‘Independencia’. En este contexto de víspera, en un presente con toda la apariencia de una avidez conmemorativa, acaeció el relanzamiento de la obra del Ingeniero Vila, ¿Quién mató a Mariano Moreno?.
El pasado 22 de Marzo fue la presentación del ensayo histórico que trata de echar luz sobre la muerte de quien fuera uno de los ideólogos de la Revolución de Mayo, Mariano Moreno, secretario de la Primera Junta. El texto de Vila es el resultado de una investigación que ha ido a los documentos de la época en busca de respuestas. ¿Qué valor tiene desentramar una intriga de casi doscientos años, qué sentido urdir en las intrigas de la Historia, entrometerse en sus recovecos y reclamarle eso que no nos ha dicho, eso que sigue escondido por algún motivo que se nos escapa, que sólo y en el lamento de la duda podemos suponer? Quizás uno que se destaca entre muchos: el de la memoria, custodio implacable de la verdad y la justicia. 
Mariano Moreno murió el 4 de Marzo de 1811, a bordo de la Fragata Inglesa de Comercio ‘La Fama’. Mariano Moreno murió envenenado en altamar por el emético que se le suministrara. Mariano Moreno, ideólogo la Revolución, muere rodeado de marea y de sombra. Para ese momento había sabido ganarse opositores que provenían de distintos flancos. Con Belgrano, conformó el lado oscuro de la Revolución, ése que no contaba con el apoyo de los grandes terratenientes, que iba a contrapelo de unos intereses económicos de clase dominante. Como hoy, como no hace mucho y como todavía, en ese entonces la realidad rioplatense constaba de una mala distribución de la riqueza, de la propiedad, de los derechos. Como el fenómeno del Peronismo, el de la Revolución de Mayo de 1810 supo aunar intereses diversos, lejanos. Por eso, la unión, sí, hace la fuerza, pero después de un primer momento de euforia y comunión, cuando esos intereses dispares se ven frente a lo que habían querido conseguir hecho realidad y tiempo presente, rempujar deja de tener sentido, y de lo que era unión no queda más que un cisma, triste, solitario, final. La Revolución tuvo aristas divergentes, dos caras, una de luz y otra de sombra que dieron el claroscuro que somos los argentinos, y argentinas: Moreno y Saavedra, las intenciones de un gobierno que aspira a cambios radicales en la estructura social y la de otro cuya voluntad es sólo la de un cambio de nombre, la de más de lo mismo, la de las reivindicaciones populares frente al conservadurismo, la de criollos y realistas. Así, en un contexto complejo, todo era posible: el viraje hacia un cambio profundo que nos desarraigara de un régimen con directrices externas (‘no íbamos a cambiar de yugo’, pregonaba Moreno) o la permanencia inerte en estructuras coloniales. Y lo que sucedió fue que la parte más genuina de lo que llamamos Revolución fue extinguiéndose lenta, paulatinamente, y su voz ha quedado tan pequeña que nos han hecho creer que estaba muerta o desaparecida, desapariciente, perecida. Pero no. Ha quedado, queda todavía, un eco que renace de lo que fue y que viaja por el tiempo, por los siglos, para avisarnos que otra pudo haber sido nuestra Historia, que otra sería nuestra Nación si eso que hoy seguimos peleando  se hubiese aguerrido a su lucha mucho antes, si hubiésemos perdonado menos y recordado más.
Por todo eso, es importante no hacer caso omiso de obras como la de Vila, quien propone develar el misterio en torno a la muerte de Moreno, muerte alrededor de la cual giran como posibles responsables, culpables, cómplices, el Capitán Stephenson de la FragataLa Fama’ en la se dirigía a Inglaterra; lord Strangford, Ministro inglés en Brasil; el saavedrismo o costado realista-conservador de la ‘Revolución’. Sea como fuere, la desidia ha dejado por siglos un crimen en la obscuridad. Sobre el mismo hoy sólo podemos hacer conjeturas, guiarnos por las huellas de realidad que hay en las documentaciones de la época. Y podemos hacerlo con mayor o menor grado de certeza respecto de las conclusiones que saquemos. Y lo importante de la tarea es lidiarle al olvido las pausas de la memoria. Y en esta idea reside el valor de la obra de Vila, en pelearle al olvido estos casi dos siglos sin paz. Como esgrime Julio Argentino de la Vega en su prólogo, el libro, la investigación, tiene un epílogo no escrito: “el que surgirá en el pensamiento de quienes lo hayan leído”. Concluye de la Vega en su introducción: “La historia de Mariano Moreno, despojada del acartonamiento de los transitados textos escolares, lo muestra como un hombre de firmes ideas, apasionado y con una visión política y estratégica notables. Surgen entonces muchas reflexiones: ¿cuál hubiese sido el destino de Moreno de no haber sido asesinado? (…) Si no hubiese desaparecido, la historia argentina sería otra, muy diferente”. Demasiados hubiese para un único hecho que se multiplica en el mundo de lo imposible.
Si toda Revolución comienza con entusiasmo, no permitamos que muera en decepción. Repasemos estos días un poco de nuestra Historia más lejana.
Si la Revolución de Mayo de 1810 puede considerarse el primer hito de nuestra Nación, la muerte de Moreno y todo lo que ella conlleva constituyen la primera traición a la Patria.        

 Que la Revolución no sea (o sí) un sueño eterno. Pero, sea como sea, que no elijan por nosotros.